San Borondón

De mis manos forjadas por el tiempo, trabajo y madurez, de mis dedos huesudos y anudados manaba la niebla que me envolvía.

De mis ojos azules, miopes y cansados, por buscar veleros perdidos en el horizonte, manaba el agua que formaba mi océano.

De mis almas marchitas, antiguas y olvidadas, por buscar el consuelo del amor, manaban los rayos y tormentas que me rodeaban.

Allí estaba yo, sola.

Creando mi océano, mi niebla y mi tormenta para que nadie me viera, solo el corazón de mi amado que nunca llega.