Carta incompleta 5

Pecados. 

Desde pequeños nos dicen que no debemos pecar y que cumplamos con las normas de Dios. Que debemos amar a nuestro prójimo como nosotros mismos. Que debemos perdonar. Que no debemos mentir y tampoco matar. 

Pero pobre del que se siente pecador y no haya nunca paz, ya que nunca será feliz. 

Carta incompleta 4

Paranoia.

Es un miedo irracional a algo o alguien que está en nuestra imaginación. 

… la sientes cuando paseando por el parque de noche crees que te siguen…

… cuando robas un lápiz en la tienda y piensas que te han visto y te señalarán … 

… cuando te miras en un espejo y ves tu figura modelada por el tiempo y piensas que ya eres demasiado mayor para volver a conquistar …

Pero ¿qué pasa cuando ese miedo no está en tu imaginación sino que está junto a ti, acariciándote y sabes que te hará daño? 

Ya no es paranoia… ya es real. 

Carta incompleta 2

No soy el hijo que te hubiese gustado que fuera. Fui débil, enfermo, mimoso, madrero, me gustaba jugar más con mi hermana que con mi hermano. Recuerdo que lo intentaste muchas veces, pero no salió como pensaste.

Recuerdo ir contigo a cortarte el pelo, yo solo, esperando a que te lo cortaran, sentando en un banco de cemento y una atarjea por donde de vez en cuando pasaba el agua que hacía volar mi imaginación a no se sabe bien dónde. Quizás es una de la razones por la que mi mente a veces vuela demasiado alto buscando un futuro o simplemente explotando la idea de ser otro, de ser diferente, buscando la forma de que aprobaras mi comportamiento. 

Pero todo fue inútil. La historia que estaba escrita para mí era y es muy diferente. 

Recuerdo la barbería, sencilla y humilde, incluso cutre. Unas sillas baratas, un sillón que subía y bajaba, con una cinta de cuero para afilar la cuchilla, que cuando lo hacía producía un sonido que aún hoy en día resuena en mi mente. Un calendario con una cutre foto de una mujer casi desnuda, que posiblemente le producía anhelos de insatisfacción personal.

Siempre me ha gustado que me corten el pelo, quizás estos recuerdos son el motivo, que me  llevan a la inocente y simple vida que llevaba.

A veces, mientras te metías con él en su pequeña bodega trasera a probar el vino nuevo, caminaba por las calles del pueblo hasta un pequeño parque que  había para jugar. En sus columpios, balancines … pero solo.

Me habían sacado de mi mundo y de casa, para llevarme a la soledad, siempre solo, y faltaba mi hermana, con la que podría haber jugado y disfrutar.

Pero yo solo me lo pasaba bien, inventado mil situaciones, amigos, batallas… era un niño con una gran imaginación.

Creo que nunca estuvimos de acuerdo en nada, me obligabas a cosas que pensabas que me harían más fuerte. Pero no fue así. Lo único que conseguiste es que nos alejáramos el uno del otro. Así estuvimos todo el tiempo que estuvimos juntos. Hasta tu partida.

Solo recuerdo un momento de complicidad. Cuando me diste dinero para que me comprara un juego de cuchillos, que aun conservo, cuando me fui a mi primer piso a vivir. Ni cuando intentaba ayudar a mi hermano pequeño, después de la partida de mamá, ni cuando quería hacerte comprender que por ser como soy, te equivocabas cuando pensabas que era mala persona.

Recuerdo cuando me prohibías tener la puerta cerrada de la habitación cuando estábamos mi hermano pequeño y yo juntos. ¿Pensabas que le iba a hacer daño?

No me conociste, ni te preocupaste por hacerlo.

Sé que fuiste hijo de tu época, de tu educación, de tus ideas. Pero nunca intentaste comprenderme, tal vez no tenias por qué. No hay rencor en mí la verdad, hiciste lo que hiciste porque pensabas que era lo mejor.

Pero aquí estoy a dos mil kilómetros de ti. Con una vida a veces fácil y otras difícil. Sin ti y en el fondo echándote de menos. 

Escrito 4

Vellocinos de oro susurran tu nombre
llevándome al abismo
donde crespones negros
adornan mi alma.

Pronuncié tu nombre esperando que aparecieras y me consolaras.

No fue como lo imaginé.
Simplemente no fue.

Los infantes cantan gritos
esgrimiendo púas aladas
dirigidas a mi.

El silencio me lleva a ti.
Los gritos me llevan a mi.
Mi egoísmo me destruye.

Carta incompleta

¡Hace tanto tiempo que no me enfrento a ti, que no te escribo ni una simple carta o nota! No sé si es por miedo a decir lo que sé que tengo que decir, pero creo que ha llegado el momento de enfrentarme a ello.

Mientras escucho el sonido del mar, las olas chocando con las rocas de la playa, vienen a mi recuerdos de mi la infancia, momentos felices y otros llenos de amargura y dolor por cosas que aun no entiendo y que creo que nunca entenderé. Quizás nunca deberé entenderlas.

La verdad inquebrantable es que te echo de menos. Te recuerdo en tus peores momentos, en tus sonrisas, en actos cómplices que nos unieron, en la desolación que intentabas disimular y, que yo crío, no supe interpretar y ahora, con el paso del tiempo, creo saber que sufrías y no pude hacer nada. Quizás no debía hacer nada. 

Recuerdo cuando me decías que fuera a buscar a papá al bar de Faustino para comer. Recuerdo como papá me decía que me bebiera algo para quedarse él más tiempo. Yo como niño que era, sucumbía al placer de las bebidas azucaras, a los caramelos… y tu esperando. No debí hacerlo, pero era un crío y no podía. Me arrepiento, intento justificarme, pero no lo consigo. Debí hacer más. Pero no lo hice. Y ahora ya no estás.

Las olas chocan con las rocas y evocan sonidos de ayer que retumban en mi mente, que derriban los muros que llevo construyendo para intentar sobrevivir y no sentir. Pero hay brechas en las murallas y el miedo las atraviesa, haciéndome sucumbir al dolor y la pena.

Hay tantas cosas que tenía que haberte dicho antes y no pude. Y no sé si podré.

Las siestas con el sonido del mar de fondo, viendo los fuegos artificiales de las fiestas a tu lado con miedo, contar las monedas del cajón para ver si podía ir a comprar helados o chuches a la tienda, bañarnos en la playa, solos y aislados. 

Estábamos en la casa, eso fue lo que más tiempo hicimos, nosotros ya que papa llevaba otro ritmo. Solos y aislados. Y así es como creo que somos. Aislados e intimistas. Nuestro mundo para nosotros, que nos cuesta compartir. Si es que llegamos algún día a compartirlo.

Quizás nadie lo entienda, pero buscando una justificación, somos hijos de nuestra experiencia, vivencias, miedos, alegrías y penas. Eso a cierta edad ya no se puede cambiar.

Te recuerdo. No te culpo de nada, hiciste lo que pudiste y tenías que hacer, y eso ya no se puede cambiar. No culpo a nadie realmente. Todos somos hijos de unas circunstancias y ya está.

Realmente son tantas las cosas que tengo en mi cabeza, que tengo que contarte que ni siquiera se por donde empezar. Es tan difícil tener momentos íntimos para ti, para dedicarte. 

El mundo se ha vuelto loco en estos años, no creo ni que lo reconocieras. Hemos cambiado tanto, pero eso nos ha hecho evolucionar. Y así estamos.